Sunday, April 03, 2011

Archivo Imaginario - Paz Fernandez Cueto, Reforma

1 Abr. 11

En días pasados, surgió un debate en el campo de las ideas y las percepciones, entre el México pujante que el presidente Felipe Calderón demostró haberse consolidado durante los últimos 10 años de gobierno y el que Humberto Moreira, presidente del PRI, expuso aludiendo a la pérdida real de poder adquisitivo que habríamos sufrido los últimos años en productos de la canasta básica. Lo anterior, en congruencia con la política que su partido se ha fijado rumbo al 2012: negar sistemáticamente logros y resultados demostrables del gobierno, en desprestigio del Presidente y de su partido.

Es de llamar la atención, el contraste entre estos dos Méxicos polarizados que frecuentemente salen a relucir en el escenario político y social. Polarizaciones en ocasiones extremas, que coinciden con la imagen distorsionada que los mexicanos hemos alimentado sobre nuestro país, y que Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda describen maravillosamente en su reciente libro titulado Regreso al futuro, muy digno de leerse y comentar. Todo se resume en su introducción, de por sí elocuente: "México es un país más grande que el que está en la cabeza de la mayoría de los mexicanos", un país vasto y hermoso, rico en posibilidades que, preso de su pasado histórico, y con la memoria fija en tropiezos recurrentes sufridos durante las últimas décadas, no ha logrado reconstruir la raquítica imagen que tiene de sí mismo, a pesar de que la realidad le está gritando lo contrario.

Sufrimos de un extraño complejo colectivo de inferioridad, mezcla de inseguridad y masoquismo, que requiere tratamiento psiquiátrico inmediato. Una acción urgente capaz de convencer al ciudadano común de que este México posible pregonado de antaño es ahora una realidad tangible que debemos aprender a asimilar.

Nuestro país ha evolucionado enormemente los últimos 15 años pese a una percepción general de retraso o estancamiento. Basta recorrer el país para quedar gratamente sorprendida ante el progreso de muchas ciudades, que han ido incorporando a su paisaje provincial centros comerciales, universidades, monumentos y museos, modernas avenidas y medios de comunicación. Sus fraccionamientos de lujo y desarrollos turísticos de avanzada nos ubican, de pronto, en cualquier parte imaginaria de un súper primer mundo. Lo cierto es que no hay turista o visitante que no quede impresionado por la grandeza de nuestra patria, grandeza que se manifiesta en sus distancias, en sus millones de habitantes, en su diversidad cultural y artística, en sus monumentos, en la gran capacidad organizativa que supone el manejo de un país con las complejidades del nuestro. Estos visitantes llegan siempre a la misma conclusión: tenemos una pésima mercadotecnia, no sabemos vender nuestra imagen, a consecuencia de ese archivo muerto que llevamos en la cabeza, que nos impide reflejar a México a la altura y en el lugar que se merece.

"El país que está afuera de este archivo", comentan los autores de este pequeño gran libro, "lleva quince años sin sufrir un descalabro financiero como los que padeció cada seis años desde 1976, con la correspondiente destrucción del patrimonio y del nivel de vida". La consecuencia más importante de esta estabilidad económica no es esa sensación de abundancia que ofreció López Portillo ante el auge petrolero, expresado en una frase consagrada para la posteridad: "ahora tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia"; ni tampoco el aparente progreso que se vivió en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando la economía al terminar su sexenio, según declaraciones de funcionarios de esa época, quedó prendida con alfileres. La estabilidad de nuestra economía se refleja ante todo en el fortalecimiento de nuestra clase media, como la quieran medir, con una reducción palpable de la pobreza extrema, acotándose las distancias entre la desigualdad.

Esto no quiere decir que la pobreza haya desaparecido, que se haya solucionado el problema del campo o desaparecido la marginación de las comunidades indígenas. Para un porcentaje intolerablemente elevado, estas diferencias persisten, lo que quiere decir que aún nos falta mucho por hacer. A diferencia del pasado, mientras los mexicanos en extrema pobreza y marginación constituían una mayoría escandalosa en el país, ahora son "una minoría variante".

Para construir una agenda progresista, capaz de colocar a México, según lo pronosticado por reconocidos economistas, como la quinta potencia económica a nivel mundial, es necesario destruir ese archivo muerto, "hijo de las cicatrices del pasado".

Tuesday, March 22, 2011

AMLO ibid. Denise Dresser

Puiblicado en reforma, Jul 12, 2010.

"I'll be back", amenaza Arnold Schwarzenegger en la película Terminator. "Seré candidato presidencial otra vez", anuncia Andrés Manuel López Obrador en días recientes. Y no es una buena noticia ya que AMLO no debería serlo en el 2012, o por lo menos como lo fue en el 2006. Irremediablemente combativo, confrontacional, anti-institucional. Invariablemente atávico, testarudo, conservador, contumaz. Alguien cuyas posturas poco claras -y con frecuencia contradictorias- han inspirado una desconfianza que será difícil, si no imposible, remontar. Alguien que metió a la izquierda en un callejón del cual le está resultando muy difícil salir, a pesar de las alianzas electorales exitosas de los últimos tiempos.

Para quienes piensan -pensamos- que México debe tener una izquierda funcional, pocas cosas tan tristes como contemplar la tragedia de su auto-sabotaje desde hace cuatro años. Las heridas que se ha infligido a sí misma desde la última elección presidencial. El papel suicida que la izquierda dividida se ha empeñado en jugar. El PRD y el PT y Convergencia atrapados en una lógica de confrontación constante entre sí y sin saber exactamente qué hacer con Andrés Manuel López Obrador. El PRD transformado en propulsor de su peor adversario. López Obrador convertido en promotor involuntario del regreso del PRI. AMLO responsable, sin sopesarlo siquiera, de una regresión a la cual ha contribuido.

Tomando decisiones equívocas -una y otra vez- que debilitan su posición política y fortalecen las del contrario; haciendo declaraciones que le restan apoyos y se los transfieren a quienes desea debilitar pero termina por apuntalar; negando la legitimidad de las alianzas PAN-PRD aunque se han vuelto la única forma de parar al PRI. AMLO como conductor contraproducente; como actor auto-destructivo; como político paradójico que encabeza una izquierda empecinada en empoderar a la derecha priista. Una izquierda lopezobradorista que en lugar de actuar como contrapeso eficaz al PRI redivivo, explica su avance.

Todo ello producto de las decisiones post-electorales del 2006 que AMLO tomó, y por ello es imperativo recordarlas. No tenía sentido exigir el recuento voto por voto y -al mismo tiempo- negarse a aceptar sus resultados. No tenía sentido denunciar la ilegalidad de la contienda y -al mismo tiempo- aceptar los avances del PRD en ella. No tenía sentido pedir que se examinaran los votos de la elección y -al mismo tiempo- sugerir que era necesario anularla. No fue una buena estrategia descalificar todo el juego y también insistir que lo ganó. No fue una buena estrategia pedir el recuento y también sugerir que no lo respetaría. No fue una buena idea mandar al diablo a las instituciones y alienar con ello a quienes se rehusaron a creer que AMLO era peligroso y ahora piensan que lo es.

Y si López Obrador no entiende esto, ojalá que otros miembros de la izquierda mexicana sí sean capaces de hacerlo. Ojalá comprendan que el proyecto de nación que sigue proponiendo es demasiado estrecho, demasiado excluyente, demasiado monocromático. El país que quiere gobernar donde sólo hay cabida para los pobres. El candidato que nunca ha dicho lo que hará por las clases medias y cómo fomentará su expansión. El redentor que ofrece aliviar la pobreza pero no explica cómo va a crear riqueza. El líder social que no sabe cómo ser político profesional.

Que no entiende la necesidad de deslizarse hacia el centro del espectro político y liderar una izquierda moderna y propositiva desde allí. Incapaz de aprender que precisamente eso llevó al poder a Tony Blair y a Ricardo Lagos y a Felipe González y a Michelle Bachelet. La transformación del agravio histórico en la propuesta práctica. La reinvención del resentimiento en planteamiento. El combate a la desigualdad junto con medidas para asegurar la movilidad. Pero López Obrador no quiere o no puede pensar de esa manera. Por su obcecación. Por su tozudez. Por no moderar sus posiciones cuando debería hacerlo. Por amenazar y chantajear a legisladores perredistas que buscaban formar un frente contra el PRI en el Congreso. Por no atemperar sus posturas y posicionarse en el centro pragmático en lugar de atrincherarse dentro de la izquierda recalcitrante. Por pensar que no necesita convencer, que basta con existir.

Éste es un diagnóstico desolador para quienes creemos que México necesita una izquierda encabezada por líderes progresistas, audaces, visionarios. Una izquierda capaz de remontar la intransigencia que fortalece al priismo en vez de frenar su avance. Una izquierda que sea acicate del cambio progresista y no pretexto para la restauración conservadora. Una izquierda con ideas viables y no sólo posiciones morales. Una izquierda que sepa hablarle a las clases medias en lugar de alienarlas. Una fuerza política que sepa ser oposición y también opción viable de gobierno, porque el país necesita ambas. Y si no, López Obrador puede entonar la canción de los Beatles I'll be back y decir "Regresaré de nuevo ... Soy el que te quiere", pero habrá que responderle "Oh no".

Wednesday, February 09, 2011

Érase una seudoperiodista

¿Es eso periodismo?
Estoy refiriéndome a la nota que sorprendió a propios y extraños en la que se anunciaba el cese de Carmen Aristégui de su noticiero en MVS.

La señora Aristegui elaboró una serie de comentarios editoriales cuestionando un inexistente y presunto problema de Felipe Calderón con el alcohol. Este “problema” y sus cuestionamientos basado solamente en una manta que un porro revoltoso y que odia a México y a todo lo que se le ponga enfrente puso en el salón de plenos del congreso, con la finalidad de hacer notar su amor a AMLO y de reventar la sesión del congreso.

MVS corrió a Carmen, aduciendo que editorializó y cuestionó al presidente basada en rumores, y que eso viola el código de ética de la estación.

Podemos estar o no en contra de la manera en la que Aristegui piensa, pero a mí me quedan claras tres cosas.

1. Existe libertad de empresa: Las empresas, en un ambiente de competencia sano, necesitan por una parte atraer al mejor talento que hay en el mercado para que con sus ideas puedan prosperar, ya que la innovación les traerá una ventaja comparativa en el mercado y por otra parte necesitan hacer que sus empleados se ajusten a una visión y misión específicas y basen sus acciones en los valores de la empresa. Si algún empleado viola dichas cláusulas de sus códigos, merece ser despedido.

2. La libertad de expresión termina donde empieza el respeto hacia la otra persona. Creo que la libertad de expresión tiene que ser ejercida pensando siempre en respetar a los demás. No, el estado no puede ni debe determinar dónde empieza el respeto a los demás, pero en este caso una estación de radio, o un periódico, puede tener un código de ética que defina perfectamente dónde termina la libertad de expresión al pasar a ofender a otro.

3. La libertad de expresión implica responsabilidad. Mi libertad de decir o de escribir lo que pienso y siento exige de mi persona la conciencia para usarla adecuadamente. Así no puedo ponerme a calumniar sin tener datos duros que sustenten mi acusación, o no puedo ponerme a ofender a otras personas o instituciones sin saber que soy responsable de lo que dije y me atengo a las consecuencias y debo ser responsable de los daños que puedan sufrir los demás por mis palabras.

Creo que la señora Aristegui no sabe usar un micrófono responsablemente. Ya van tres estaciones de radio (era socia en Imagen) de las cuales le rescindieron sus contratos; La parte editorial de su noticiero se basa en el mejor de los casos en verdades a medias, y su micrófono está al servicio de intereses que se quedaron en el 2 de Julio de 2006. Así, ardidos, retrógradas y contrarios a lo que muchísimos mexicanos queremos de este país se dan cita en su programa; El señor al que invitaba para hablar de economía basa sus editoriales en verdades a medias, en lecciones truncas de economía básica. Cita a Paul Krugman pero fuera de contexto y en citas incompletas; Sus investigadores invitados siempre son los mismos, y al revisar el currículum de cada uno de ellos nos damos cuenta que han estado afiliados a Cuba, al Chile de Allende o a la teología de la liberación. Eso no es periodismo. Se llama propaganda y fue usada por los regímenes totalitarios en Rusia, Alemania, España, para ideologizar a su pueblo.

En pocas palabras, Carmen y su noticiero eran más una agencia de ideologización del PT y del PRD de AMLO que un lugar en dónde encontrar noticias objetivas.

Para muestra de que ese grupúsculo de poder que quieren imponer la dictadura chavista en México no es nada democrático, un botón: ¿Por qué Carmen Aristegui dio una conferencia de prensa para definir su postura después del despido (en pleno uso de su libertad de expresión) y no permitió preguntas? Autoritaria. ¿Por qué no le preguntó al PT acerca de dónde habían sacado la información contenida en la manta con la que bloquearon el trabajo del congreso tan autoritariamente?

Si yo trabajara en MVS, yo hubiera dejado que siguiera con su programa. Al final de cuentas el rating es lo que manda, y si muchos la escuchaban aunque no estuvieran a su favor pues bendito sea el rating. Al menos que Paris valga una misa.