Tuesday, December 22, 2009

Los derechos. Tan necesarios en una sociedad que venía de décadas sin tenerlos. Derechos universales tan básicos como la libertad de expresión o la libertad de asociación. Cuando comenzó la década que está por terminar, los derechos eran algo inimaginable. Al querer ejercer algún derecho, antes de 1999, podías ir a la cárcel, o al cementerio.

¿Tenemos más derechos que hace 10 años? Tenemos los mismos derechos que hace 10 años, pero más libertad para ejercerlos. Así, ahora también hay derechos de las minorías y de los grupos vulnerables. El último ejemplo del derecho de todo mundo para exigir derechos se dio ayer, a 10 días de terminar ésta década, con la aprobación del derecho de la gente del mismo sexo a casarse. Se puede estar a favor o en contra, pero al final dependerá de cada persona ejercer o no su derecho.

Si lo vemos en el panorama mundial, también esta década terminó con la elección del primer presidente afroamericano en los Estados Unidos. El punto culminante en la lucha por la igualdad de derechos en aquél país, en el que hace apenas 45 años las personas con su color de piel no podían siquiera votar, mucho menos ser votados.

Volviendo a darle zoom a nuestra realidad mexicana región cuatro, se ha avanzado respecto a derechos, en los últimos diez años, lo que no se había avanzado en los últimos 45, mientras el resto de los países avanzaban. Inclusive podría decirse, estemos o no de acuerdo, que estamos “a la vanguardia” en derechos humanos, al pasar ayer la iniciativa en el DF que mencioné anteriormente.

Para que haya equilibrio en un país, y para que este pueda avanzar, sin embargo, creo que hace falta que nos comencemos a hacer un planteamiento para la siguiente década: ¿Y dónde están las obligacioness? ¿Dónde está la responsabilidad? ¿Dónde termina mi derecho y empieza el tuyo?

Obligaciones. Una palabra inexistente en la psique colectiva mexicana. Un país construido a base de dádivas, a base de que el gobierno le dé a la gente, acostumbrada ésta a recibir sin hacer el mayor esfuerzo. Y ahora un poquito peor, porque además ya hay muchos derechos, comisiones de derechos y vigilantes internacionales de derechos que se aseguran que la sociedad reciba.

Obligaciones tan sencillas como ir a votar. Como pagar el IVA en absolutamente todo lo que consumimos. Como la obligación de pagar impuestos. Todos. No solo una minoría que es la que mantiene al resto del país que no paga. La obligación de respetar la ley. De pagar el mantenimiento en nuestro coto. La obligación de no dar mordidas y la obligación de los funcionarios públicos de hacer lo que les toca. La obligación de los estudiantes universitarios de estudiar (no de hacer grilla) y de los maestros de enseñar (no de hacer grilla). De los investigadores de investigar (no de producir papeles inservibles).

La obligación de las universidades y de los políticos a rendir cuentas del destino de nuestros impuestos. La responsabilidad de administrarlos de la mejor manera y de ser lo más eficiente que puedan ser en el uso de mi dinero y del dinero de cada contribuyente. La responsabilidad de cada alcalde de administrar el dinero para que rinda mejor. La responsabilidad de tomar decisiones difíciles aunque temporalmente impopulares.

Espero que la siguiente década sea una en la que la responsabilidad y las obligaciones sean el tema por el cual el candidato a presidente para el 2012 se distinga. Una década en la que las obligaciones le hagan contrapeso a todos los recién ejercidos derechos. Porque un país con derechos y sin obligaciones no puede más que decaer.

Thursday, December 17, 2009

Érase otra reforma

La reforma política (el decálogo de Calderón) presentada el Lunes, tiene muchas cosas demasiado valiosas. Cosas que además habíamos estado clamando; reelección de miembros del congreso y alcaldes, segunda vuelta presidencial, eliminación de algunos diputados y de senadores plurinominales, posibilidad de candidaturas independientes.

Las reformas propuestas contienen el elemento clave en cualquier democracia: Acercan a la política (y los políticos que de ella emanan, aunque algunos se desparraman) al ciudadano. Dichas reformas de Calderón tienen demasiadas virtudes a las cuales podríamos dedicarles sus propias reflexiones. Las reformas devuelven la representatividad de los congresistas y alcaldes. Favorecen la gobernabilidad. Permiten que los ciudadanos puedan hacer política por su propia cuenta.

En mi opinión, sin embargo, la reforma política de Calderón es importante en tanto logra una cosa vital: Deshacer un monopolio.

Una de las falacias más grandes que se pregonan como si fueran verdades absolutas en este país, es hacerle creer a la gente que la causa de todos nuestros males es el “neoliberalismo”. No hay neoliberalismo, ni siquiera liberalismo puro, desde el momento en el que el poder, el dinero y las estructuras del país están controladas por poca gente, evitando la libre competencia. La libre competencia es la base del capitalismo, del liberalismo y del neoliberalismo, y no hay tal. Para que este país pueda ser viable necesita haber competencia en todos los ámbitos.

La reforma de Calderón logra, específicamente, atacar a los monopolios políticos. Promueve la competencia, al permitir las candidaturas independientes y al permitir la reelección. Reelección que no significa más que el representante popular (diputado, alcalde) tenga que ir con la ciudadanía por la ratificación de su cargo. Si el señor en cuestión hizo bien su trabajo, se queda. Si no, se va, porque habrá otras alternativas en el estado, distrito o municipio que le echarán al señor sus fallos, y si los electores deciden que los fallos son mayores que los aciertos pues se tendrá que ir. El señor diputado escuchará a sus ciudadanos y no a la cúpula partidista (del color que sea). Eso es eliminación de monopolios en el sentido más puro de la palabra.

La reforma promueve la competencia al permitir las candidaturas independientes. Si los partidos no quieren o no pueden ponerse de acuerdo existe la alternativa de que haya personas que se puedan postular por su cuenta para los puestos de elección pública. Abre los espacios del poder y los renueva de aire fresco.

¿Que la reforma no atenta contra los otros monopolios? Claro. No creo que sea la idea de esta reforma desbaratar a los otros monopolios. Espero otras reformas que deshagan a los otros monopolios: una reforma laboral (monopolios sindicales), una energética (monopolios paraestatales), una de telecomunicaciones (monopolios televisivos y telefónicos) y una educativa (monopolio sindical, de nuevo).

Así que esta reforma política es solo una de otras que espero para tener un país para los próximos cien años. Literalmente, para mis hijos y para mis nietos.

Esta reforma es la más importante, porque de ella emanan las demás. Si esta reforma pasa, entonces las demás podrían pasar. Tal vez no antes del 2012, pero seguramente después de esa fecha.

¿Pasará esta reforma? Hay un bando pesimista que dice que los políticos no van a atentar contra sí mismos, y que esta reforma les quita tanto poder que jamás la van a pasar. Yo soy optimista. Creo que los políticos atentarían contra sí mismos si no hacen nada. Si dejan que el país se siga degradando de esta manera tan terrible y siguen en discusiones mezquinas y con la mente, las ideas y los corazones tan chiquitos. Espero grandeza. Ojalá la tengan.

¿Qué hacer? Escríbele a tu diputado y a tu senador. Dile que crees que es importante que la iniciativa prospere. Habla al radio, manda correos a la televisión. Participa. No te quedes callado... Y usa bloqueador solar.

Friday, August 07, 2009

Erase un modelo económico

Le doy la razón a Granados Chapa, Aristegui, Rocha, Andrés López et al. Necesitamos un cambio en el sistema económico.

Es un hecho. Tenemos un modelo económico que no ha logrado sacar de la pobreza al 42% de la población en México. Tenemos un sistema económico que privilegia a los monopolios y que hace que poca gente se haga muy rica. Y que a nivel país nos hace crecer a un promedio del 2% anual, cuando necesitamos hacerlo a un 7 u 8%.

El modelo económico que tenemos actualmente ya no da para más. Hasta aquí las coincidencias con los pintorescos personajes nombrados al principio de esta columna.

Llamarle a nuestro modelo económico actual “neo-liberalismo” y haber logrado que dicha palabra suene como un adjetivo y tenga connotaciones despectivas es una aberrante logro de los arriba mencionados, porque el modelo en el que México opera hoy, no tuvo su origen hace 30 años, ni tampoco es una receta de cocina generada en Washington. Según este mismo argumento falaz de “la izquierda” esta receta ha resultado amarga al paladar y peor para el estómago. Éstos análisis pecan en lo simplista y en lo reduccionista y trataré de explicar por qué lo digo.

Nuestro modelo económico es el mismo modelo que funcionó de 1929 al 2000. Es un modelo paternalista en el que el pueblo estira la mano, y espera que el gobierno le dé y decida por él.

Es un modelo basado en la administración de los monopolios, entre los que se encuentan grandes empresas controlan sectores industriales completos. Pemex, el petróleo, la CFE la electricidad, Telmex la telefonía, el ISSTE y el IMSS la salud pública y un largo etcétera; en un modelo así, no hay competencia, elemento básico del “neoliberalismo”, y los permisos de operación se otorgan en base a los amigos que se tengan dentro del grupo de poder, y no en base a capacidades reales y en beneficios a los consumidores en valor agregado, calidad o precio. Los otros grandes monopolios a saber son los sindicatos, los cuales nombran líderes vitalicios que amasan gran poder y fortuna y pueden hacer y deshacer a su suerte el destino de los trabajadores y de las empresas a las que exprimen.

Es un modelo basado en las dádivas y en la falta de respeto a la ley. Si no tengo los contactos adecuados me pueden poner “una multa” y molestar por nimiedades, mientras otras empresas progresan al amparo de los inspectores que son sus amigos o a los que les han dado su dinerito.

Sí, hubo una serie de reformas importantes a principios de los noventa, que nos dejaron con un Tratado de Libre Comercio, el cual podrá o no tener carencias, pero ha sido crítico para que crezcamos como país y reduzcamos la pobreza extrema. Hubo algunas ventas de empresas ineficientes de gobierno hacia la iniciativa privada, llevadas a cabo al más puro estilo del PRI: Ventas hechas en condiciones nada transparentes hacia los cuates y/o influyentes. Sin fomentar la competencia y asegurándoles el monopolio de las industrias. (Como Telmex, o las carreteras). Y las reformas neoliberales pararon allí. Abortaron apenas gestarse. Los sindicatos sin tocar, las industrias cambiaron de manos de burócratas monopólicos a empresarios monopólicos. Algunas industrias ni siquiera se tocaron. ¿A eso le decimos apertura económica y neoliberalismo? A un camino que comenzó, pero que realmente no logró nada?

El modelo económico necesita cambiar. Necesitamos desmantelar el modelo anterior y crear uno basado en el verdadero neoliberalismo: que promueva el respeto a la propiedad privada, la libre competencia, la igualdad de todos ante la ley y la eliminación de absolutamente todos los monopolios; una tercera y cuarta cadena de televisión nacional, telecomunicaciones abiertas a todos los jugadores sin mayores barreras de entrada, apertura del petróleo y la electricidad a inversionistas privados; la eliminación de monopolios sindicales a través de leyes laborales más justas y el rediseño del sistema de salud, que privilegie la salud por encima de mantener el statu quo.

Eso sería el verdadero neoliberalismo, que lograría crecimientos del 7 u 8% anuales del Producto Interno Bruto, lo que callaría a los inconformes de siempre, los cuales no podrían decir que "el modelo neoliberal no sirve". Porque el modelo neoliberal sí funciona: lo vemos en Brasil hoy, lo hemos visto en Chile y en Corea del Sur, en España y en Irlanda. Económicamente lo hemos visto en China. En México no lo hemos visto, necesitamos reformas económicas neoliberales pronto. La riqueza primero se crea, y después se reparte (y no al revés, como algunos clamarían).

Friday, July 31, 2009

Érase un 6 de Julio... y los meses después.

Un mes después de las elecciones. ¿Dónde ha quedado el movimiento alrededor de la idea del “voto en blanco”?

Muchos llegamos al 5 de Julio con un voto informado y a la vez, respeté (aunque no compartí su opinión) a los que pensaron que anular el voto es una alternativa. Entiendo que piensen que los partidos no sirven (en sus dos acepciones, dar un servicio o servir), pero externé mi opinion de que, al anular el voto, lo que se lograría sería fortalecer más a la partidocracia, en sentido totalmente opuesto de la idea de los que promovieron anular el voto.

No importa cómo votaramos, al final pasó el 6 de Julio, y un mes después de las elecciones los diputados electos ya empiezan a ser ratificados. Toda esta discusión acerca del voto nulo es historia. Vieja y obsoleta historia. Y, como la influenza de 2009, o como los plantones en Reforma de 2006, o la marcha por la paz del 2008, cayó en el olvido de la memoria colectiva.

500 diputados llegarán a sus curules. ¿Cómo exigir? ¿Qué exigir? No poseo todas las respuestas, pero ahí van algunos esbozos de las mismas:

¿Cómo exigir?
1. Adopta a un congresista. Adopta al diputado de tu distrito. Envíale un correo a la semana con las ideas que consideras que necesitamos poner en frente de ellos. Haz que vaya a tu barrio y que escuche a sus representados.
2. Exijámosle a los medios que le den seguimiento a nuestros diputados. Cuántas veces fueron al congreso, en qué iniciativas votaron a favor, en cuáles en contra, cuándo se abstuvieron, qué opinaron en el congreso y cómo empata todo lo que hicieron con la plataforma con la cual fueron electos.

¿Qué exigir?
Si queremos terminar con la partidocracia tenemos que exigir que al menos aprueben las siguientes reformas políticas:
1. Eliminación de diputados y senadores plurinominales: A partir del 2012 que no haya votos de diputados plurinominales, que queden 300 diputados (uno por distrito) y 64 senadores (dos por estado + D.F.).
2. Reelección de diputados y senadores: A partir del 2012 se puedan reelegir los diputados y senadores distritales. Con esto, los diputados y senadores serían castigados o premiados directamente por sus electores.
3. Que se permitan candidaturas independientes: Cualquier ciudadano interesado en competir por un distrito, o presidencia municipal o gubernatura pueda competir cumpliendo algunos requisitos (y poniendo candados, para que no nos vayan a poner candidatos independientes apoyados por el crimen organizado o alguna organización con fines oscurantistas).
4. Modificar la figura de fuero: Que los diputados y senadores no utilicen su fuero como licencia para cometer cualquier cantidad de delitos, sino que el fuero tome su espíritu original de proteger a los representantes contra el abuso del poder ejecutivo.
5. Eliminar a los diputados y senadores suplentes: Así evitamos que nos pongan una “portada” decorativa y que el que realmente vaya a sentarse en la curul sea el suplente. Si un diputado pide licencia el puesto se queda vacío y se convoca a nueva elección en su distrito.
6. Que los sueldos de los diputados y senadores sólo suban para el periodo próximo posterior. Así, si sentimos que se lo subieron sin merecerlo no los elegimos.

Ideas apartidistas, con consecuencias políticas, entre ellas que devuelvan la representatividad al congreso y la voz al ciudadano. Esbozos de una revolución de terciopelo, con ideas, no con gritos ni a sombrerazos.

Se trata de opinar, se trata de escuchar al otro y de llegar a acuerdos. Porque la pobreza se combate con ideas, con mucho trabajo y encontrando las posiciones que nos unen, no las que nos separan.


Claro, habrá reformas que nos hagan más fuertes económicamente, o más educados, o que garanticen que el estado de derecho se respeta. Pero podríamos comenzar con la reforma política.

Por nuestro querido México.

Friday, June 05, 2009

Érase un columnista invitado

¡Mi primera idea publicada en un periódico como columnista invitado!!! del Mural (Grupo Reforma) del 24 de Mayo de 2009.


Borregos al poder
Opinión Invitada 24 May. 09

Esteban Romero

Varios de los partidos políticos están metidos en problemas. Cada uno tiene a su "fichita" por la cual sentirse avergonzados.

Allí está el PT, con Ricardo Monreal y sus 14 toneladas de mota (como nombre de conjunto musical grupero); o el PRI, con Miguel de la Madrid acusando a Carlos Salinas de ratero, y éste, acusando a aquél de Alzheimer. Y el PAN, en Colima, con la candidata a diputada local plurinominal a la que se acusa de robar cosméticos de una tienda.

¡Ah! Faltaba más, Roberto Madrazo (el campeón del maratón de Berlín), con su libro "El Despojo", en el que escupe basura a la mitad de los políticos vivos (y no tanto); y Carlos Ahumada, que en "Derecho de Réplica" se encarga de la mitad que deja Madrazo a salvo.

Ante este espectáculo de pastelazos, golpes bajos, guerra de gises, avioncitos volando y escritorios ardiendo en el salón de la clase política, llegan de ultratumba algunos seudoperiodistas, periodistas convertidos al mesianismo tropical, "líderes" de opinión y demás para echarle más leña al fuego.

Dichos grupos comienzan a esgrimir argumentos falaces que ofenden la inteligencia de los lectores, radioescuchas o teleadictos, argumentos como "¡uyyy, qué clase política tan terrible!, mejor castigarlos y no ir a votar", "voy a ir a votar y anular mi voto como protesta, no hay ni a quién irle", "estoy harto de los partidos, voy a anular mi voto", "no voten, no sirve para nada", etcétera.

Entiendo el desencanto de todos nosotros hacia todo lo que sepa, huela, se escuche, se vea o se sienta como política. Creemos que todos los partidos políticos son iguales y que nada va a cambiar. Y es cierto, hay muchas cosas que están mal en la clase política y que necesitan cambiar.

Pero anular el voto o no ir a votar, que para efectos legales vale para lo mismo -o sea para nada- es lo peor que podemos hacer, ya que de todos modos el 1 de septiembre los diputados van a ir a arranarse a sus curules de acuerdo a los porcentajes efectivos de voto.Llevando la lógica de los del "no voto" al extremo, supongamos que votan 10 millones de personas del Padrón Electoral de 77 y medio millones (el 12 por ciento del padrón).

Los representantes en el Congreso federal serán 500 diputados, de los cuales 200 se definirán con base al porcentaje de votación y 300 serán electos directamente en cada uno de los 300 Distritos de los que se compone el país. No por el hecho de que haya menos votos habrá menos diputados.

Y serán esos 10 millones de personas (en su mayoría acarreados, tiangueros, taxistas piratas, etcétera; el llamado "voto duro" de los partidos) quienes decidirán por los otros millones de personas que no voten.

Yo no quiero que sólo la gente que tiene su credencial del Peje, o su tarjeta de la tercera edad del DF, o que es miembro de un sindicato o que recibe apoyos del Gobierno decida por mí. Pero eso va a pasar si la campaña de "no voto" y "anular el voto" prende entre la ciudadanía.

Los promotores de esta campaña saben que el pastizal está seco, saben que la campaña del "no voto" puede prender. ¡Y por eso la promueven!

Como ciudadano de a pie opino: hay que ir a votar. Si no les convencen los candidatos de ningún partido grande, voten por el menos malo, o denle oportunidad a los jóvenes que están presentándose en otros. Pero voten.

No quiero que, al no votar o anular el voto, se fortalezca la partidocracia. Los borregos al poder.

opinion@mural.com Esteban Romero es un ciudadano común preocupado por la democracia y tiene Maestría en Administración por el Tec de Monterrey, Campus Guadalajara.

Thursday, May 14, 2009

Éranse unos acarreados

Estos últimos días se nos ha estado presentando información que sólo hace que nos decepcionemos (más) de la clase política.

El libro de Ahumada expone en mayor o menor medida a toda la clase política, al PRD con sus millones de pesos que consiguieron a través de la extorsión y los contratos de obras con Ahumada, al PAN y al PRI por unirse para enfrentar a un supuesto enemigo común.

Por otro lado las declaraciones de Miguel de la Madrid en las que un día dice que Salinas y su familia tiene nexos con el narcotráfico y que robó mucho, y el otro día dice que siempre no quiso decir eso, y Salinas cínicamente tratando de descalificarlo.

Tenemos, por otro lado, algunas insinuaciones en los diferentes periódicos y medios de comunicación, en las que se nos invita a anular nuestro voto, o de plano a no ir a votar, esto como muestra de inconformidad hacia la clase política en general. Algunas publicaciones han tratado de “enseñar” cómo anular el voto.

Al principio esta idea puede sonar atractiva; anulo mi voto porque “todos son iguales”; anulo mi voto para que la “clase política” sepa que cada vez nos representa menos; anulo mi voto porque no hay a quién irle.

El problema viene cuando nos damos cuenta que, legalmente, anular el voto (o no ir a votar) no acarrea consecuencia alguna. Al final de cuentas, aunque voten 10 personas (de los 77 millones y medio de empadronados en el IFE), la ley dice que el ganador de la elección es el que tenga más votos. No hay ninguna cláusula que diga que tiene que haber un porcentaje máximo de votos nulos, o un porcentaje mínimo de participación ciudadana en el voto.

Anular el voto no sirve para nada, excepto para una cosa: Anular el voto (o de plano no ir a votar) beneficia a los partidos minoritarios, que no están en alianza y que tienen que juntar mínimo un 2% de votación para no perder su registro. O los partidos que han estado atacando a las instituciones y saben que tendrán cuando mucho unos 10 millones de votos.

Estos partidos chiquitos o impopulares quieren que los 10 millones de personas (que se componen de muchos acarreados e incondicionales) logren un porcentaje muy grande de la votación total: No es lo mismo 10 millones de 50 millones (un magro 20%, máximo, de votos), que los mismos 10 millones de un total de votos de 30 millones (con ello lograrían un 33% entre todos ellos, un número que los pondría en el umbral de conseguir lo que quieran en la cámara de diputados)

La decepción de la gente está siendo utilizada por los partidos chiquitos o impopulares; Están utilizando los últimos “escándalos” para “quemar” toda la clase política. Para que los ciudadanos no nos paremos en las urnas, para que los votos que ellos saben que son seguros (a través de sus acarreados, a través de los tiangueros, taxistas piratas y a todos los grupos que se dejan llevar por ellos) valgan más.

Dejemos que los partidos chicos o impopulares logren su nivel real de votación. Votemos, por el partido que cada uno consideremos como el mejor, o el “menos peor”, pero vayamos y votemos.

Lo peor que podemos hacer es anular nuestro voto. O no ir a votar. Así llegó Hugo Chávez al poder en Venezuela. Ganó con una abstención brutal del 70%. Estoy seguro que los que no fueron a votar por “decepción” ahorita se lamentan.

Friday, March 06, 2009

Éranse otras elecciones

Ya vamos a otro período electoral. Ahora vamos a elegir a 300 Diputados Federales. 200 serán sentados en sus curules por un sistema que se llama “de representación proporcional”, el cual asigna los 200 lugares en base a porcentajes de votación obtenidos por los partidos.

Aparte va a haber elecciones a gobernador en algunos estados, y se van a cambiar también a algunos presidentes municipales, regidores, delegados y demás criaturas políticas.

¿Qué significan éstas elecciones para nosotros los ciudadanos? En teoría mucho. En la práctica (actual, de acuerdo a nuestra mexica realidad), no mucho... no, pero sí.

Me explico: Yo creo que la democracia mexicana necesita reformas urgentes en tres sentidos:

En primer lugar, la eliminación de curules plurinominales. Esos 200 asientos que son asignados en base a una fórmula de representación proporcional y que no son elegidos directamente por los ciudadanos de los diferentes distritos. El espíritu de los diputados es precisamente representar a los ciudadanos de cada distrito, y los plurinominales, cuya creación se remonta a los setenta, cuando el PRI era partido dominante y los plurinominales hacían sentido, para comenzar a abrir el sistema a participación de otros partidos y fuerzas políticas no-dominantes (el PRI era todopoderoso) hacía sentido. Ahora no hace el más mínimo sentido.

Como segundo punto, creo que debería haber una reforma para permitir la reelección de diputados y senadores (a nivel federal) y de presidentes municipales y diputados (a nivel estatal). La famosa frase “Sufragio Efectivo, No Reeleción” en su tiempo sirvió para evitar las dictaduras (al final tuvimos una dictadura perfecta, con reelección de partido, que no de persona). Ahora, al haber tantos partidos y ninguna fuerza dominante, y al haber una real libertad de expresión, creo que la frase es obsoleta y se debe derogar de nuestras mentes. Que los mejores sean reelegidos por la ciudadanía, los peores echados para abajo y eliminados del sistema. Así los candidatos se asegurarían que representan a los ciudadanos, y no a la partidocracia.

Y en tercer lugar, creo que urgiría una reforma al impedimento de presentar candidaturas independientes. ¿Por qué alguien que sea popular, que traiga buenas propuestas pero que no tenga partido no puede ser votado? Es ilógico y atenta contra la razón. Claro poner candados para que no cualquier mequetrefe con pintas de dictador tropical venga e hipnotice a la raza, pero permitir las candidaturas independientes.

Hay un candado muy padre en la constitución norteamericana que prohíbe a las cámaras de representantes (diputados y senadores) subirse el sueldo. Si quieren revisar el sueldo de dichas cámaras, el incremento aplica a partir del período siguiente después de las elecciones. Así se evita el conflicto de interés. No estoy juzgando si ganan o no bien, simplemente el electorado evalúa y en base a eso podría dejar de reelegir al que se pusiera un sueldazo (sin merecerlo).

Pero bueno, de regreso a nuestro querido país, vamos derechito a unas elecciones donde, hasta el día de hoy, sólo veo propuestas con muchos foquitos, lucecitas, moñitos y adornos (pena de muerte, eutanasia - mmh, qué irónico, ¿es lo mismo?) pero ninguna que hable de reformas reales al estado... creo que estas reformas que modifiquen la relación del poder podrían crear un clima mucho más transparente, un clima en donde el crecimiento y la inversión no estén atrapados y trasciendan partidos y colores.

Por lo pronto, vamos a esta elección y no se ve por ningún lado alguna reforma que le quite el poder a los partidos y se lo devuelva al pueblo. No tanto por “quitar poder” y sonar populista, sino porque realmente los representantes sean eso, re-pre-sen-tan-tes. Y porque su actuar sea más transparente. ¿Keep dreaming?